Siempre
había sido bella, brillante y eterna; parecía la promesa cumplida de un paisaje
perpetuo.
Serena,
siempre serena… así contempla la vida, con una paz perene, con una eterna
sonrisa.
Aquella
mujer que lo dio todo, que cobijó en tormentas a su hija, ¿cómo pago tanto
amor? ¿Cómo detengo del tiempo la prisa?
Y
es que ella ni siquiera sospecha lo que para mí es y ha sido, que sin su
presencia me perdería en un abismo.
Nunca
me dejes, le pido en silencio; no me abandones, le susurro hacia mis adentros.
Ahora
que la vi en ruinas, se me fue media alma, casi perdemos juntas la vida.