sábado, 25 de diciembre de 2010

La Estrella Más Brillante


Divinos regalos de Dios, que nos hacen saber que no estamos solos... 

En estos días las estrellas han bailado en el cielo como una anunciación. 

Cuando duelo, temo o pierdo la visión de mi propio camino, veo las estrellas y vuelve la fe a mi corazón. 

Hay todo tipo de estrellas, unas pequeñas casi sin brillo, pero aún así son una maravilla del creador. 

Otras brillan como diamantes en la noche, como si mostraran el camino de las almas. 

Hay estrellas de sutiles colores que no dejan de maravillarme, y hay otras más que dibujan el cielo y velozmente nos regalan su esplendor. 

Pero hay una... 

La más brillante de todas, que se encuentra siempre a mi lado. 

Creo que es un Ángel que brilla tanto que parece estrella... Un regalo de Dios para mi. 

Esta estrella sólo es mía, y mi alma la lleva dentro de sí. 







jueves, 16 de diciembre de 2010

El Gran Roble


De niña me cobijaste entre tus ramas, con hojas tan verdes que me regalaron vida, y me enseñaron el mañana.

Te vi echar profundas raíces, y crecer tan alto que te confundías entre las nubes. También observé como tu tronco fue haciéndose cada vez más fuerte, a la vez que se adornaba con las marcas del tiempo.

Me diste cobijo, sombra y guía. Aprendí de tu saber, y así sabiendo conocí mejor la vida.

Ahora, bajo la sombra del gran roble...

Contemplo tus fuertes ramas, admiro tu indestructible tronco y medito sobre la sabiduría de tus raíces.

Estás hecho con la mejor madera, esa que sólo se crea con la esencia de un gran corazón alimentado por el amor y la nobleza.

Magnifico equilibrio con el que acaricias con tus dulces hojas, pero en tu interior eres tan poderoso como el más puro hierro... Te contemplo y cierro los ojos con temor.

Con cada viento que sopla pareciera que pierdes una hoja...

Quisiera regalarte vida con cada una de mis caricias, y me sonríes como si leyeras lo que guardo en mi mente y en mi corazón.

Tu y yo sabemos lo que otros ignoran, y de allí que compartamos el mismo temor.

Aún no es tiempo de separarnos, lo sabes, y no te lo perdonas. Cada expresión tuya, grita una elección equivocada, pero me promete una nueva vida si así lo quiere Dios.

Tu elegiste vivir así tu vida, y con ello elegiste mi dolor.


Dios te ha regalado este instante, este respiro, esta vida... Sólo en ti está decidir vivirla y retenerla con sabiduría.

Cada una de nuestras elecciones, o dan vida o matan a quienes nos aman... No te lleves mi vida en tu elección.

Sólo Dios sabe lo que ocurrirá... Mi intelecto me dice una cosa, mi fe otra. Para no morir de dolor, me haré sorda ante la razón.

Que la fe marque nuestros caminos, y que sea sólo Dios el que tome la decisión.

Toma fuertemente mi mano, pues aún no estoy preparada para decirte adiós.

Creo en Dios, creo en los milagros, y creo en tu espíritu vencedor.